Nerviosa, en mi casa, a la espera de la llegada de un amigo. Suena mi móvil: "Me he perdido". Después de estar media hora indicándole las señas, por fin suena el telefonillo. Yo seguía inquieta, apenas podía hablarle y mirarle a la cara a la vez. Charlamos durante aproximadamente una hora y decidimos ir a mi cuarto, a ver una peli. Alien vs. Predator fue la elegida. Después de fingir durante un rato que me estaba enterando, empezó a acercarse hacia mi, lentamente.
He de decir que tengo un sofá en mi cuarto y nos sentamos ahí. Empecé a hacerle cosquillas por el brazo. Al poco, colocó su cabeza encima de mis piernas, y sinceramente, no se como podía ver así la peli, pues la pantalla del ordenador estaba en dirección contraria. Lo siguiente que recuerdo es que él de nuevo estaba sentado y mis piernas arqueadas pasando por encima de las suyas. Al momento comenzamos a besarnos. Me mordió el cuello, y me volví loca. Empecé a gemir, casi a gritar, pues soy bastante escandalosa en ese sentido. Seguimos enrollándonos y comenzó a quitarme la camiseta. Yo le quité la suya. Fuera mi sujetador, comenzó a lamerme los pezones, a juguetear con ellos y a darme pequeños y suaves mordisquitos. Entre besos y un par de mordiscos más en el cuello, me cogió en brazos y me llevó hasta mi cama. Me quito suavemente los pantalones y comenzó a lamerme y a tocarme por encima de mi ropa interior. Estaba realmente cachonda. Me libero de mi tanga negro y comenzó a penetrarme con sus preciados dedos. Me estaba volviendo loca, gemía, gritaba, arañaba las sábanas, mordía la almohada,... Y él no paraba de trabajarse mis bajos, fue increíble. De repente paró. Me dijo que pobres mis vecinos, que les iba a despertar (realmente gemía muy alto). Supongo que sería un pretexto para descansar el brazo. Empezamos a enrollarnos de nuevo y volvió a hablar -¿Sabes qué? Que se jodan tus vecinos- y comenzó de nuevo a meterme sus dedos, ahora más rápido que antes. No se cómo no se desconcharon las paredes de mi habitación, pues no paraba de arañar todo lo que se ponía por medio.
Muy agradecida, me incorporé. Le pedí que se tumbara en mi cama y me puse encima. Él ya se había quitado los pantalones, así que simplemente deslicé sus calzoncillos y busque un preservativo. Era de sabores, creo que de naranja. ¡Qué rico estaba! Comencé a lamerle la punta de su exagerado miembro, y digo exagerado porque realmente estaba muy bien dotado el chaval. Poco a poco, empecé a bajar y a lamerle el resto. Al momento, me la metí en la boca, y mientras mi mano la sujetaba firmemente y se deslizaba hacia arriba y abajo. Chupaba con ganas, pues quería devolverle el trabajito que me había hecho el antes. Mi lengua, a la vez, jugueteaba con su punta. Estuve así un rato: lamiendo, chupando, jugueteando con mi lengua,... y mientras, masturbándole con la mano.
Al poco se puso un condón para penetrarme y comencé a botar encima de él. Si lo de antes me volvía loca, esto ya ni te cuento. No sabía como ponerme. Sus manos en mi cintura guiaban mis movimientos, pero mi cuerpo llevaba las riendas del acto. Simplemente cabalgaba, o me recostaba sobre él para que hiciera sus movimientos pélvicos. Pasó un rato entre gemidos, botes y besos cuando decidimos cambiar de postura. Esta vez me puse debajo y tuvo que hacer un gran esfuerzo para no recostarse sobre mi, pues su pene era realmente grande y me molestaba. A pesar de ello, me encantaba lo que hacía. Su forma de moverse era tan salvaje que en cada embestida me hacía perder la cabeza de placer. Y volví a mi línea de arañar y morder todo lo que podía. No paraba de gemir y no era consciente de la afonía que iba a padecer al día siguiente. Fue fantástico. Días anteriores, le comenté que nunca lo había hecho de lado, así que cambiamos de postura; pero no duramos mucho, ya que me gusta mirar a la persona que me está follando. Volví a ponerme a horcajadas sobre él. Cada orgasmo era más intenso, tenía la zona ya muy sensible y con cada gemido gritaba más. Empecé a notar la boca seca, así que, con mucho esfuerzo, le pedí descansar un poco para beber agua. Me puse de pie, pero él aprovechó para cogerme en brazos y apoyarme sobre el respaldo del sofá. Me aferré a su cuello, no sé si le arañé. Intenté ser más delicada que con las sábanas, pero era bastante difícil, todo era tan salvaje que mi comportamiento no iba a ser menos. Mis piernas le rodearon y me aferré a sus hombros. No recuerdo si llegué a clavarle las uñas y apenas podía abrir los ojos del placer que estaba sintiendo.
Al fin, decidimos hacer una parada para tomarnos algo y bajamos a la cocina. Había pasado hora y media de polvo. Cogimos un refresco y nos fuimos al salón. Mientras nos lo tomábamos, estuvimos viendo cosas en el portátil, pero pronto decidimos volver a la carga. Me cogió en brazos y me subió de nuevo a la habitación. De nuevo yo encima, aunque recostada, por lo que él hacía el trabajo. No se cómo pudo sobrevivir esa noche mi almohada. Cambiamos de postura, esta vez yo debajo, le envolví con mis piernas, mis manos se posaron sobre su espalda y creo que ahí si que no pude evitar el arañarle. Todo estaba llegando a su fin. Para que al correrse, la penetración pudiera ser más profunda, volví a estar encima, aunque ahora completamente recostada sobre él. Empezó a ir mucho más rápido que antes, y mucho más fuerte. Me aferré a la almohada, empecé a besarle y medio morderle por el cuello, luego en la boca, una de mis manos la coloqué en su nuca y, al morder un cojín, se corrió.
Descansamos un rato y charlamos mientras se vestía. Yo me puse una camiseta "larga". Se iba a ir. Le acompañé hasta la cocina para que bebiese algo antes de irse. Empezamos a despedirnos en la entrada. Al besarnos, mi mano le rozó la piel que está a la altura del pantalón. Me agarro por la cintura y cerro la puerta. Me llevó al salón, y después de unos minutos de guarreo, de nuevo comenzó todo. Esta vez él sentado en el sofá y yo cabalgando encima. Mis manos agarraban el respaldo del sofá mientras botaba con fuerza. No quería que me ayudase, sabía que podía hacerlo sola e ir tan rápido como quisiera. Le estaba encantando. Solo siento el haber gemido tan alto teniendo la ventana abierta, pues era un verano muy caluroso y debían ser las 5 de la madrugada. Me cogió y me puso sobre la mesa. Mi instinto me llevaba a tumbarme, pero si hacía eso, me dolía. Me sentó sobre el sofá e intento penetrarme así, pero era difícil así que volví a cabalgarle. A mi me encantaba, pues a parte del placer que me estaba dando, nunca me había sentido tan salvaje. Cuando iba a terminar, me abrazó, se levantó, y se tumbó en el suelo. Igual que antes, empezó a ir muy rápido y fuerte. Como la penetración no era muy profunda, a mi me encantaba y, con los gemidos de ambos, de nuevo todo terminó. Eran, más o menos, las 6:00. Nos despedimos, ahora en serio, y se marchó. Recogí todo, subí a mi habitación. Me dolía el cuello cuando lo giraba de los mordiscos. Tenía agujetas en las ingles. Pero me daba igual. Era feliz, pues mi dolor solo significaba que acababa de terminar el mejor polvo de mi vida. Me tumbé en la cama. A pesar de que dentro de unas horas haría 24 que no dormía, no tenia sueño, solo cansancio. No cambiaría esa noche ni ese recuerdo por nada del mundo.
Me acuerdo de los detalles, como habréis podido observar, igual que si hubiese sido ayer. No he podido olvidarme de algo tan magnífico. Algunas cosas las he simplificado por no repetir, pero solo paraba de gemir cuando nos estábamos besando y casi continuamente arañaba y mordía. No puedo parar de decir que todo, absolutamente todo, fue genial.